Con un
acompañamiento masivo de la mayoría del pueblo tonchigüense, en la tarde del
pasado domingo, fueron sepultados los restos de la extinta Ex Presidenta de la
Junta Parroquial de Tonchigüe, Rosa Cedeño Romero de Suárez, en el cementerio
general de esta misma localidad, parroquia en la que vivió la mayor parte de
sus 70 años de vida.
La ahora extinta reconocida dama
tonchigüense, hace aproximadamente dos meses, sufrió un quebranto severo en su salud y, sus
familiares, de inmediato la trasladaron hasta la ciudad de Manta, provincia de
Manabí, donde fue asilada en el Hospital del IESS, no obstante, pese al
esfuerzo de los galeno, la temible enfermedad se hizo irreversible y en la
mañana del sábado cobraba la vida de la humilde ciudadana.
La noticia de su fallecimiento causó
profunda consternación en la parroquia Tonchigüe y, como a las 19:00, de ese
mismo sábado, era recibida en esta localidad por un número considerable de
tonchigüenses que le acompañaron en el velatorio realizado en la que fuera su
vivienda, ubicada en el barrio 26 de Noviembre, cerca de la playa de la
indicada urbe.
Al siguiente día, en horas de la
tarde, fue trasladada hasta la iglesia católica “Virgen de Lourdes “, de la
localidad donde se ofició la misa de cuerpo presente y, luego del rito
religioso, con un nutrido cortejo fúnebre, sus restos fueron llevados hasta el
cementerio general de la localidad y allí el último adiós, un adiós silencioso,
pues nadie dijo nada, no había ya más que decir.
El
silencio, fue el mejor homenaje póstumo que el pueblo de Tonchigüe decidió
entregarle a la humilde dama que, en ese momento, despedía y que, en su vida,
también entregó parte de su tiempo al pujante desarrollo de esta localidad
cuando fue presidenta de la Junta a mediados de la década del 80 del siglo
anterior.
Y,
así, silenciosamente, sus restos fueron depositados en la bóveda fría donde hoy
su cuerpo descansa por la eternidad, mientras sus familiares, pese a la
valentía demostrada en su última despedida, tratan de asimilar la ausencia
física del ser querido que, seguramente, desde el paraíso celestial, junto a la
Virgen de Monserrate, divinidad a la que veneró en la tierra, está guiando los
pasos de los suyos y del pueblo que tanto amó.
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