Un Humilde pescador de la parroquia Tonchigüe, Gonzalo Olaya
López, pasó el susto de su vida en la noche del pasado miércoles, luego de que,
como a las 18:30, mientras se disponía a levantar del mar sus materiales de
pesca, su pequeña embarcación, tipo bongo, como producto del fuerte oleaje que
se presentaba en ese momento, sucumbió a una milla de las costas frente al
sector de Barlovento.
El humilde
pescador señala que la embarcación se llenó totalmente de agua, aunque
felizmente no se viró, razón por la que pudo mantener el equilibrio y en esas
circunstancias empezó su odisea en la inmensidad del mar, “no podía achicar
(sacar el agua de la lancha) porque de nada me valía, pues las olas volvían a ingresar agua a mi
bongo”, dijo.
Añadió que, en esas
circunstancias, optó por abandonar sus materiales de pesca y empezó a remar
lentamente hacia la orilla, con su embarcación llena de agua y temiendo que, en cualquier momento, se fuera a
pique definitivamente y, mientras él luchaba con la fuerzas de las olas y el
viento, en tierra sus familiares empezaron a preocuparse porque no había
llegado a la hora que debía llegar.
Frente a
esta situación dieron aviso a las autoridades del Retén Naval y, con la ayuda de varios pescadores de la zona,
iniciaron una intensa búsqueda en la obscuridad y en la inmensidad del mar para
dar con el pescador desaparecido, búsqueda que, a la postre, fue infructuosa, pues
Gonzalo Olaya, ayudado por sus propias fuerzas y la del Supremo Creador, luego
de 7 horas, es decir, más o menos, a la 1 y media de la madrugada de ayer jueves, llegó a tocar
arena en el sector de Barlovento. Una vez allí, aseguró en tierra firme a su
pequeña embarcación y caminando alrededor de una hora llegó hasta el pueblo de
Tonchigüe donde fue recibido con felicidad por sus familiares que eran presas
de la incertidumbre y la desesperación.
Ayer jueves
en la mañana, con la ayuda de otros pescadores, acudieron a rescatar la
embarcación y los materiales de pesca que, felizmente, no habían sufrido
mayores consecuencias, pues su propietario, pese al susto pasado, está obligado
a volver a la aventura del mar, considerando que, de esa forma, lleva el
sustento diariamente a su hogar. “Tendré que hacer un esfuerzo para adquirir
una lancha más grande con un motorcito”, dijo finalmente con nostalgia el
humilde pescador.
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