A pocos metros del
puente de la parroquia Súa, en la vía que conduce hacia el recinto Guachal, de
la parroquia antes indicada, desde hace año y medio aproximadamente funciona
una fábrica artesanal de ladrillos que permite el sustento de varias familias
que laboran en este sector.
Uno
de los obreros, Ramón Esmeraldas, nos comentó que para elaborar los ladrillos
se requieren tres materiales específicos: Agua, tierra y aserrín. En ese aspecto,
el primer paso es obtener la tierra que se la remueve y posteriormente se la
saca para ser ubicada en el lugar donde se le añadirá el aserrín y luego el
agua para hacer una mezcla homogénea.
“Ahí
debemos buscar la consistencia de la mezcla con pala y hasta con los pies. Una
vez que esté lista, la ubicamos en los moldes para que se formen los ladrillos
y, luego de que hayan obtenido cierta
firmeza, los trasladamos al horno donde obtienen la dureza final”,
señala el obrero.
Agregó
que precisamente es el fuego que, por dos días, le otorga la consistencia y
durabilidad a los ladrillos que posteriormente están listos para ser
comercializados al consumidor que, con toda seguridad los empleará en alguna
construcción.
El
obrero añadió que el agua utilizada para estas tareas la toman del río, a
través de una bomba de succión y, por lo mismo, durante una jornada de
elaboración de ladrillos se emplean de 5 a 8 personas para que los trabajos se
realicen con agilidad y se pueda obtener alguna utilidad considerable para
todos.
Finalmente
indicó que el precio del ladrillo por unidad, depende de la cantidad que
requiera la persona interesada en obtenerlos, pero oscila entre 20 y 25
centavos la unidad, según lo que explicó el humilde jornalero, “y aunque esta
es una tarea bastante esforzada, al menos es una alternativa de sustento para
las familias que nos dedicamos a esta actividad”, culminó señalando el obrero
mientras tomaba su pala para seguir trabajando en la actividad que le permite
llevar el pan diario a su humilde hogar.
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