Para muchos jugadores, dirigentes y seguidores de la
popular escuadra tonchigüense del Peñarol, el título de Campeón de Fútbol de la
parroquia Tonchigüe, alcanzado el sábado 21 de diciembre anterior, se logró
gracias a la intercesión que, desde el cielo, habrían hecho dos ex deportistas
que fallecieron en el mes de octubre anterior cobardemente asesinados luego de
haber sido secuestrados en la tarde anterior al día en que se encontraron sus cuerpos.
Basan
su fe y creencia en ese aspecto porque,
luego del fatídico suceso, el
equipo de a poco fue escalando posiciones gracias a que los resultados
se le fueron dando y, al final del octogonal de la segunda fase, logra clasificar entre los 4 semifinalistas
como el segundo mejor de ellos.
En
la semifinal se enfrentan a su tradicional rival el Atlético Tonchigüe y lo
derrotan por dos goles a 1 en un encuentro en el que, el equipo contrario, tuvo
muchas oportunidades de goles e inclusive dos de ellas impactan sobre los
postes de la meta y, desde esa ocasión, se empezó a comentar que sus ex
jugadores ausentes, desde la eternidad,
estaban también jugando a favor de la popular escuadra tonchigüense.
En
la final, como para consolidar la fe de los más firmes creyentes, el Peñarol
enfrenta a Macará y desde muy temprano empieza a jugar con el marcador en
contra y, al término de la primera
fracción, caía derrotado por dos goles a cero y el título se veía cada vez más
lejos, no obstante, en la segunda fracción, los aurinegros acortan ventaja y a
8 minutos de que culmine el encuentro logran empatarlo y lo mantienen así hasta
el final del tiempo reglamentario, pese a que su rival se veía mucho mejor,
pues generó varias ocasiones de goles y ninguna pudieron concretar sus
integrantes.
En
la tanda de penales el arquero de Peñarol empezó sentir molestias en sus
piernas, sin embargo, atinó a detener el segundo lanzamiento, pues cayó
abrazado con el balón, mientras sus compañeros acertaban todos los penales y, en el quinto de Macará, el
deportista asignado impacta el valor en el travesaño y con ello el júbilo de
los peñarolenses que habían alcanzado el ansiado título.
Mientras
la afición celebraba el título, el meta de Peñarol, no se había dado cuenta que
el objetivo había sido cumplido, pues con el esfuerzo que realizó para intentar
detener el último lanzamiento, el calambre en una de sus piernas se agudizó y
revolcaba en el campo de juego con mucho dolor. Allí fue atendido por otro
deportista y un asistente de su equipo, mientras los demás festejaban
alegremente el título alcanzado.
Varios
deportistas, dirigentes y seguidores, aún sin haber integrado todavía al
arquero, empezaron a dar la vuelta olímpica alrededor del campo de juego y, al
pasar frente a la ramada donde se concentra la hinchada de la escuadra, algunos
de ellos caen de rodillas, saltan las lágrimas, se funden en abrazos y recuerdan
a los ex deportistas Tito Quintero Márquez
y Denán Vera Quintero, abatidos por manos criminales en el mes de
octubre anterior y continúan lentamente el recorrido.
En
el acto de premiación reciben las medallas, que correspondían a los deportistas
extintos, el hijo de Tito y el hermano de Denán, en cuyo momento se hizo un
silencio intenso para observar el sencillo y póstumo homenaje que se hacía,
como queriendo hacer entender que los extintos futbolistas no han muerto, sino
que se mantienen vivos en el corazón y recuerdo, no sólo de sus familiares,
sino de sus amigos, deportistas y de toda una fanaticada que les recordará por
siempre y que están seguros que, ellos, desde el cielo, también contribuyeron
divinamente para alcanzar el título del que hoy disfrutan quienes aún quedan
acá en la tierra.
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